sábado, 31 de mayo de 2014

El trabajo de Galileo




La obra de Galileo abarca el desarrollo del método científico con el desarrollo inicial de la física y una revolución completa de la astronomía al utilizar el telescopio por primera vez al estudio sistemático de los cielos.



Ciencia experimental

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En el panteón de la revolución científica, Galileo ocupó una alta posición por el uso pionero de los experimentos cuantitativos con resultados analizados matemáticamente. No existía tradición alguna de métodos similares en el pensamiento europeo en aquel tiempo; el gran experimentador que precedía inmediatamente a Galileo, William Gilbert, no usaba un aproximamiento cuantitativo.
También contribuyó al rechazo de la lealtad ciega a la autoridad (como la Iglesia) u otros pensadores (como Aristóteles) en materia de ciencia y en la separación de ciencia, filosofía y religión. Es por esto que se le llama “padre de la ciencia”.
En el siglo XX algunas autoridades desafiaron la realidad de los experimentos de Galileo, en particular el distinguido historiador de la ciencia Alexandre Koyré. Los experimentos relatados en Dos nuevas ciencias para determinar la ley de aceleración de caída de los cuerpos, por ejemplo, requieren medidas precisas del tiempo, lo cual parece imposible con la tecnología del siglo XVII. Según Koyré, se llegó a la ley deductivamente, y los experimentos eran meramente ilustrativos.
Investigaciones posteriores, sin embargo, los han validado. Los experimentos de caída de cuerpos (ahora deslizamiento de cuerpos) fueron repetidos usando los métodos descritos por Galileo (Settle, 1961), y la precisión de los resultados eran compatibles con el informe de Galileo. Más tarde la investigación de documentos inéditos de Galileo, mostró la veracidad de los experimentos y hasta indicó resultados particulares que condujeron a la ley del cuadrado de los tiempos (Drake, 1973).
Aunque la idea popular de que Galileo inventó el telescopio es inexacta, fue una de las primeras personas en usarlo para observar el cielo. Basándose en descripciones incompletas de telescopios inventados en los Países Bajos en 1608, Galileo fabricó uno de 8x aumentos, y luego mejoró los modelos hasta 20x. El 25 de agosto de 1609 mostró su primer telescopio a los legisladores venecianos. Su trabajo en este dispositivo resultó de agrado a los mercaderes que lo encontraron útil para los barcos. Publicó sus primeras observaciones astronómicas con telescopio en marzo de 1610, en un pequeño tratado titulado Sidereus Nuncius (“el mensajero sideral”).
El 7 de enero de 1610 descubrió tres de los cuatro grandes satélites de Júpiter: Ío, Europa y Calisto. Ganímedes la descubrió cuatro noches después. Determinó que las lunas orbitaban en torno al planeta pero algunas veces desaparecían, algo que atribuyó a sus movimientos por detrás de Júpiter. Hizo observaciones adicionales sobre estos satélites en 1620. Astrónomos posteriores invalidaron el nombre que dio Galileo a estos objetos, cambiando de estrellas Médicis a satélites galileanos. La demostración de que un planeta tenía planetas más pequeños orbitando era problemática para la ordinaria y comprensiva imagen del modelo geocéntrico del Universo, en el que todo gira alrededor de la Tierra.
Galileo advirtió que Venus presentaba un juego completo de fases como la Luna. El modelo heliocéntrico del Sistema Solar desarrollado por Copérnico predecía que todas las fases de Venus serían visibles, mientras que el modelo geocéntrico de Ptolomeo anunciaba que sólo sería posible ver las fases nueva y creciente. Las observaciones de Galileo de las fases de Venus probaban que éste orbitaba en torno al Sol y mostró su apoyo (pero no demostró) el modelo heliocéntrico.
Galileo fue uno de los primeros europeos en observar las manchas solares, aunque hay evidencias de que astrónomos chinos lo hicieron antes. La existencia de manchas solares entraba en conflicto con la perfección de los cielos arraigada en la filosofía antigua, y las variaciones anuales en sus movimientos, anunciado por Francesco Sizzi, presentaba grandes dificultades para el sistema geocéntrico. La disputa sobre la autoría del descubrimiento de las manchas solares condujo a una larga y amarga disputa con Christoph Scheiner; de hecho, hay sospechas de que ambos fueron golpeados por David Fabricius y su hijo Johannes.
Fue el primero en hablar de montañas y cráteres lunares, cuya existencia dedujo por los juegos de luz y sombra en la superficie de la Luna. Incluso estimó las alturas de estas montañas a partir de sus observaciones. Esto le llevó a la conclusión de que la Luna era “áspera y desigual, al igual que la superficie terrestre”, y no una esfera perfecta como Aristóteles había decretado.
Galileo observó la Vía Láctea a través de su telescopio descubriendo que estaba formada por una multitud de estrellas agrupadas tan densamente que parecían nubes lechosas observadas desde la Tierra.
Galileo observó el planeta Neptuno en 1611, pero no le dio especial importancia; aparecía en sus cuadernos como una ténue estrella entre otras muchas. Aunque no se percató de su presencia, sus anotaciones fueron utilizadas a finales del siglo XIX para determinar con mayor precisión la órbita de Neptuno.
El telescopio
Invención del telescopio’‘’
En mayo de 1609, Galileo recibe de París una carta del francés Jacques Badovere, uno de sus antiguos alumnos, quien le confirma un rumor insistente: la existencia de un telescopio que permite ver los objetos lejanos. Fabricado en Holanda, este telescopio habría permitido ya ver estrellas invisibles a simple vista. Con esta única descripción, Galileo, que ya no da cursos a Cosme II de Médicis, construye su primer telescopio. Al contrario que el telescopio holandés, este no deforma los objetos y los aumenta 6 veces, o sea el doble que su oponente. También es el único de la época que consigue obtener una imagen derecha gracias a la utilización de una lente divergente en el ocular. Este invento marca un giro en la vida de Galileo.
El 21 de agosto, apenas terminado su segundo telescopio (aumenta ocho o nueve veces), lo presenta al Senado de Venecia. La demostración tiene lugar en la cima del Campanile de la plaza de San Marco. Los espectadores quedan entusiasmados: ante sus ojos, Murano, situado a 2 km y medio, parece estar a 300 m solamente.










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